El calor excesivo y casi siempre el incremento elevado de temperatura hace que el organismo animal se salga de la temperatura de confort, obligándolo a protegerse expeliendo el exceso de calor mediante sudor, jadeo, toma de líquido y utilizando la sombra o el agua para bajar la temperatura, con lo cual utiliza energía que se requiere para producción o para la reproducción, en solo mantenimiento y regulación de la temperatura corporal.
Cuanto mayor es el nivel genético y de producción, más sensible es el animal al estrés térmico y, por lo tanto, más marcada la disminución de su rendimiento de producción ya sea de leche, levante o y engorde.
Cuando se habla de estrés calórico, inmediatamente se relaciona con el exceso de calor, y no en el exceso de frio como sucede en nuestros páramos y zonas altas en las cuales el animal también gasta su energía tratando de mantener su temperatura corporal.
También debemos pensar que los animales están pasando en este momento por otro estrés que es el de lluvias, que están cayendo en exceso y que además de los potreros encharcados y llenos de barro que dificulta la movilidad para conseguir el alimento, estos encuentran un alimento, llámese pasto o forraje con contenidos de humedad más altos de lo normal, con bajos contenidos de materia seca, y bajos contenidos nutricionales, ocasionando una tasa de pasaje muy alta (animales churrientos), al contener menos fibra se empieza a presentar problemas de pica o malacia o gusto depravado, ya que los bajos contenidos de fibra, Sodio, Cobre, Calcio o Fósforo son factores predisponentes a la aparición de la alotrofagia.
En el primer caso de estrés calórico por exceso de temperatura se recomienda el uso de brumisadores que bajan la temperatura externa en 10 ºC mediante un sistema de micronización de la humedad, a diferencia de los nebulizadores cuya desventaja es que aumentaban la humedad de ambiente y generan estrés.