Uno de los principales problemas reproductivos en la vaca lactante es la mortalidad embrionaria temprana (30%),que en la mayoría de los casos está asociada a desbalances nutricionales (Bach, 2001). En el trópico, el período postparto de las vacas lactantes se caracteriza, en la mayoría de los casos, por inactividad ovárica y ausencia de celo (Díaz, 2009). Al respecto, Montaño y Ruiz (2005) mencionan que en condiciones tropicales, vacas Bos indicus manifiestan un anestro postparto más prolongado que las vacas Bos taurus, alcanzando valores de hasta 150- 210 d. Díaz (2009) señala que períodos de anestro postparto mayores a 150 d, son comunes en hembras Bos indicus en climas tropicales. La vaca de primera lactancia o vaca de primer parto, éste es un animal en el cual los factores que afectan el período postparto tienen mayor influencia, debido probablemente a mayores demandas desde el punto de vista metabólico.
Una vaca de primer parto posee una alta carga fisiológica, debido a las necesidades nutricionales que debe cubrir para lactación, seguir su crecimiento y recuperación de la gestación y parto. Sin embargo, las funciones reproductivas son colocadas en último lugar para la distribución de nutrientes, por lo que las vacas de primera lactancia en condiciones tropicales se ven sometidas a largos periodos de anestro, lo que trae como consecuencia, bajos índices reproductivos, siendo las tasas de preñez generalmente menores a 30% (Díaz et al.,2009).
Lo anterior indica que, la vaca de primer parto es el animal del rebaño con más restricciones nutricionales por sus altos requerimientos, por lo tanto, es más susceptible a sufrir fallas reproductivas durante el periodo postparto. Se puede decir que el balance energético de la vaca alrededor del parto (período de transición) y la condición corporal al momento del mismo, pueden influenciar el desempeño reproductivo, afectando el ciclo estral, siendo la vaca de primer parto el animal más susceptible a desbalances en los niveles de energía, por sus altos requerimientos nutricionales.
Al parecer, este efecto se debe a modificaciones en el patrón de secreción de las gonadotrofinas (particularmente LH). Asimismo, se han descrito efectos directos, a nivel ovárico, que pueden modificar el crecimiento y desarrollo folicular, relacionados con hormonas metabólicas (insulina, leptina, IGFI, GH). Adicionalmente, el estatus energético puede determinar la calidad y viabilidad del óvulo y la actividad esteroidogénica del cuerpo lúteo. En el balance energético, los lípidos juegan un papel fundamental, así Drackley (1999) señala que un área clave de la biología, durante el postparto, en la vaca, es el metabolismo lipídico. Por lo tanto, manejando el estatus nutricional de la vaca con la suplementación con grasas, se puede influenciar el desempeño reproductivo, no solo por su efecto energético per se, sino también por efectos específicos de los ácidos grasos sobre la reproducción (efectos no calóricos o no energéticos).
A finales del siglo XX e inicio del presente siglo, la investigación sobre la utilización de lípidos en la dieta de rumiantes, sobre todo en cuanto al efecto que estos compuestos tienen sobre la actividad reproductiva de las vacas durante el postparto, orientándose los primeros ensayos al papel que puede jugar la grasa como aporte energético de la ración, y su significancia en la disminución del BEN postparto. Más recientemente, la investigación se ha dirigido hacia los efectos no energéticos que puede tener la utilización de lípidos en la dieta, en especial, el efecto que pueden tener los ácidos grasos Omega (ω)6 y ω3 sobre la síntesis de algunas hormonas reproductivas.
La utilización de la grasa sobrepasante es una estrategia alimenticia para disminuir estos problemas. La grasa sobrepasante elaborada con fuentes ricas en ácidos grasos poliinsaturados, permitirá la incorporación de ácidos grasos esenciales, los cuales aportan efectos energéticos no caloricos, beneficiosos, de gran importancia para la producción de leche, la reproducción y hasta efectos nutracéuticos que podrían ayudar a mejorar la salud humana.
Cuando se utiliza una fuente de grasa, no protegida o no sobrepasante, con altos niveles de AG poli-insaturados, la mayoría se pierde debido a la biohidrogenación, lo que es particularmente importante en el caso de los AG ω-6 y ω-3, los cuales son considerados esenciales desde el punto de vista dietético, con funciones hormonales, metabólicas, inmunológicas y reproductivas. A este tipo de grasas susceptibles a interactuar en el rumen, se les conoce como grasas activas y su utilización es limitada. Nuevas tecnologías han generado grasas modificadas químicamente, que permiten su utilización en mayores niveles y con una menor interacción a nivel ruminal, reduciendo los efectos deletéreos de los lípidos sobre la actividad del rumen. Este tipo de grasas son conocidas como “grasas sobrepasantes”, grasas inertes, by-pass, o grasas protegidas. Al respecto, Jenkins (2004) define las grasas inertes como aquellas que han sido diseñadas específicamente para tener muy poco, o ningún efecto negativo sobre la digestibilidad de los alimentos en rumiantes.
A menudo, las grasas sobrepasantes son sales de calcio carboxiladas (jabones cálcicos), ácidos grasos saturados o grasas hidrogenadas. La utilización de los jabones cálcicos permite la incorporación de un mayor nivel de ácidos grasos insaturados en la dieta de rumiantes. Esto es particularmente importante en el caso de los ácidos grasos esenciales (ω-6 y ω- 3), los cuales no solo aportan un efecto energético per se, sino que pueden tener efectos específicos sobre el metabolismo de tejidos y órganos (Staples et al., 1998). La suplementación con grasa sobrepasante con altos niveles de AGPI, debería iniciarse con suficiente antelación al parto, para favorecer las reservas energéticas del animal (condición corporal) y mantenerse durante el postparto temprano, de manera de disminuir los efectos negativos que tiene el BEN sobre la producción y reproducción en los rumiantes. Díaz et al. (2009) recomiendan que la suplementación con este tipo de grasa, debería iniciarse entre 21 a 40 dias previos al parto, en dosis que van entre 100 y 400 g/vaca/d, según se suplemente vacas en sistemas de cría o de doble propósito y lechería especializada, respectivamente.
El tiempo que se mantendrá dicha suplementación durante el postparto, varía según las condiciones de la explotación, la dieta basal, el nivel de producción, tipo de animal, etc., pero en general se recomienda mantenerla durante 90 d luego del parto, período durante el cual los requerimientos de las vacas son más elevados, debido a que alcanzan el punto máximo de producción de leche (Hernández et al., 2010).
En un ensayo realizado con vacas multíparas Carora, las cuales fueron suplementadas con 400 g/ d de grasa sobrepasante con altos niveles de AGPI, se evaluó la producción de leche durante 6 meses, obteniendo aproximadamente 20% mayor producción por día y por lactancia, en las vacas suplementadas, comparadas con las vacas del grupo control (Cuadro 2). Aunque la grasa sobrepasante no es la solución a todos los problemas de nuestras explotaciones bovinas, sin duda, es un recurso alimenticio de gran potencial, que al contener altos niveles de ácidos grasos poliinsaturados permite la incorporación de los efectos benéficos que los ácidos grasos esenciales, ω-6 y ω-3, pueden tener sobre la actividad reproductiva y productiva de nuestros rebaños y al mismo tiempo generando carne y leche de mejor calidad nutricional.